Creemos que tomando un café o un par de galletas es suficiente para afrontar el día y estamos muy equivocados. Saltarse el desayuno no es una buena opción, y esto conlleva consecuencias a lo largo del día.
La rutina, el trabajo, los niños, las obligaciones en general, provocan una acumulación de estrés que a veces es complicado de gestionar.
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